Con este refrán tradicional se nos presenta habitualmente esta exquisita verdura procedente de Galicia y que es popular en toda España por su intenso e inconfundible sabor. Se trata de pequeños pimientos verdes, algunos de ellos picantes, que se preparan de la manera más sencilla: fritos con aceite de oliva y sazonados con sal. Consumirlos supone parte del ritual de los amantes del tapeo y, como es obvio, no pueden faltar en una mesa típicamente gallega.
Son muchos los que han intentado encontrar una constante que explique por qué unos pican y otros no. Y nadie ha conseguido hallarla. Aproximadamente un 10% de la producción son picantes, pero es muy difícil adivinar cuál será el que nos haga arder la boca: ni por el tamaño, la forma o el color... Desde luego no será por teorías al respecto. Y es que precisamente es en esa incertidumbre donde encontramos la originalidad y diversión a la hora de consumirlos.
Origen franciscano Los pimientos de Padrón proceden de la localidad coruñesa que les da nombre, aunque el cultivo comenzaría, en realidad, en la aldea de Herbón (perteneciente hoy al municipio de Padrón), donde se plantaron estas hortalizas recién descubiertas en América. Así, con los años, se fueron adaptando a la climatología y suelo de los valles de los ríos Ulla y Sar, menguando en tamaño pero ganando en aroma, dando lugar a pequeños pimientos respingones de intenso sabor.
PUES BIEN; YA VOLVIERON A LA CARTA DE MIRÒ Y ALLÍ LOS PUEDES DEGUSTAR
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