lunes, 29 de diciembre de 2008

PARA EL AÑO 2009

Algunos viejos amigos que saben que empecé a escribirle cartas al Niño Jesús hace unos 7 años me recordaron que el año pasado no la hice, este año tampoco la haré.

Es un final de año extraño para mi, no tengo disposición para pedir, me he pasado el último mes tratando de decirle a todos cuanto los quiero y a lo mejor, eso supone una carta diferente.

A cada uno de ustedes he de agradecerles algo importante y en algunos casos he de agradecer tanto que luciría a novela la carta y no es lo que pretendo.

Me he dado cuenta en estos días de una peculiaridad de mi memoria que no había concientizado hasta ahora y es que recuerdo con claridad y profundidad diáfana las manos de la gente, me corrijo, las manos de aquella gente íconos en mi vida. Eso me llevó a preguntarme por qué eso sucedía, al principio era muy curioso el hallazgo; sin embargo, pronto descubrí la razón: esas manos supusieron en un momento determinado para mí: ayuda, seguridad, calma, empatía, alegría, felicidad, apoyo en un dolor, risas y lágrimas compartidas. amor, afecto, cariño, ( o todas las anteriores como en los antigüos exámenes de selección múltiple ). en fin. una forma de transmitir todas aquellas cosas que menciono arriba muy largas de reseñar en cada caso.

También, y este sí es un hallazgo viejo, los olores y aromas que los identifican, esa percepción única de cada uno que, al igual que las manos, solo puedo traer a mi presente cerrando mis ojos y dejando que se llenen de lágrimas para no ver lo obvio, lo absurdamente rutinario, lo que parace tan común.

Todos están aquí estos días que han sido tristes y dolorosos para mi, estos días en los que el agobio de la realidad parece comerse lo palpable y físico y que me aturde por momentos. Justo en estos días encuentro mi antídoto, mi pastillita para el dolor y mi mejor manera de recordar las razones por las que aún estoy viva: para recordarles a los que están y a los que no están cerca físicamente, al final la cercanía seguirá siendo que yo pueda encontrar mi antídoto mágico: sus manos y sus aromas.

Por eso no puedo pedirle nada al Niño Jesús este año: tegno tantos antídotos en mi memoria, que lo único que me apetece es darles las gracias, son ustedes los que me mantienen viva y renuevan mis fuerzas.

No todos están en alguna dirección de e mail, no todos lo recibirán físicamente, pero este mensaje llegará a todos los que yo desee porque está hecho desde lo mejor de mis neuronas y sus interconexiones, desde ese mundo mágico de mi cerebro que es donde está lo que otros llaman corazón.

Con amor, con mucho amor, les deseo las mejores recompensas para el año nuevo.

Carmen

1 comentario:

pedro a. cruz cruz dijo...

CARMEN, que pensamientos tan maravillosos.
Os buscare por EL HATILLO.
saludos.