Raúl Pérez no podía ser otra cosa que viticultor y enólogo. Siete generaciones antes le habían marcado el camino.
En 1752 un antepasado suyo dejó escrito
que el día de su entierro se invitara a los vecinos de Valtuille de Abajo, en El Bierzo, a una jarra de vino procedente de las lomas más altas del pueblo y a una corteza de pan.
Quizás Raúl piense hacer lo mismo porque, desde que con apenas 18 años, se hizo cargo de la bodega familiar de Castro Ventosa su gran objetivo ha sido hacer grandes vinos con las viejas cepas de Valtuille.
Ahora ha emprendido el camino en solitario y está embarcado en un nuevo proyecto que ha llamado Ultreia, en homenaje al saludo que históricamente se hacían los peregrinos del Camino de Santiago cuando se encontraban.
Allí elabora, de momento, dos vinos: uno más sencillo, Ultreia Saint-Jacques y el otro, que rinde, como no, homenaje al nombre de su pueblo, Ultreia de Valtuille.
Pero, además, está metido en diversos proyectos. Tantos que merecen un post sólo para ellos.
Las uvas proceden de cepas entre 60 y 80 años en la zona de Meaño, situadas al lado del mar,
En la elaboración se siguió el sistema borgoñón, en barricas de 750 litros y con varios bazuqueos, buscando siempre que la madera no oculte el gran terroir de un gran viñedo.
Pero lo excepcional llega con su crianza en botella. Parte de las botellas se meten en jaulones metálicos y se sumergen a 19 metros de profundidad en una cueva en la ría de Arousa.
¿Por qué a 19 metros? Raúl hizo pruebas bajando las botellas y vio que a más profundidad o el corcho se salía o entraba agua a la botella debido a la presión.
El objetivo es que los vinos permanezcan durante al menos 3 meses en estas condiciones climáticas tan personales, sin cambios de temperatura, humedad o presión.
¿Una frivolidad? Pues visto el resultado parece que no.
Cuando saca las botellas están cubiertas de mejillones, lapas, berberechos, algas y demás fauna y flora marina. Prometo que cuando saque alguna botella pondré la foto, de momento nos tenemos que contentar con la de la etiqueta.
El nombre de Sketch es un homenaje a un local londinense, mitad restaurante, mitad bar de copas y la etiqueta del vino tiene los colores con los que se decora este establecimiento.
La producción es de unas 900 botellas y su precio ronda los 35 euros. El vino sale sin estar amparado por ninguna denominación de origen, como vino de mesa, demostrando que cuando hay calidad lo demás no importa.
Hay que hacer el esfuerzo de buscarlo , aunque haya que meterse en la ría y buzear hasta encontrar la cueva.
Tomado de 20minutos.com
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